(De cómo somos los
padres los que hemos de exigir un cambio en el sistema educativo, mostrar
caminos, llevar a cabo iniciativas que generen cambios en los profesionales, en
las instituciones, en la sociedad. De como hemos de escuchar a nuestra sabiduría e intuición, sernos fieles, rescatar a nuestro propio niño herido y no permitir que se sigan ocurriendo más despropósitos con nuestros hijos e hijas. De como hemos de SER lo que somos , NO VOLVERNOS PARTÍCIPES de lo que no ES, de lo que no funciona, de lo que no vibra en nuestra sintonía sino un medio, un canal a través del cual la vida siga perpetuandose y siendo nuestra principal maestra.)
***
Tenía dos años y medio cuando la llevé a su primer colegio.
Era una casita preciosa cercana a la nuestra, un colegio privado y bilingüe.
Desde el primer día se quedó contenta, recuerdo que las dos
horas que me fui a casa me parecieron eternas y que para mi sorpresa cuando
llegué vino corriendo a abrazarme y luego me dijo:
―Mami puedo un ratito más.
Eso fue un alivio, podría significar también que la niña
disfrutaba de la compañía de otros niños y le encantaba explorar espacios
nuevos, así como conocer gente, pero yo preferí interpretar que había acertado
con la elección del colegio después de tantas noches sin dormir, tanto darle
vueltas, tanto investigar en la red y en la calle…
Muchas cosas ocurrieron antes de esta ANÉCDOTA que les voy a contar, la mayoría no me gustaron.
Era consciente de que aquello no estaba bien pero también de que estábamos
haciendo mucho por equilibrar la balanza, por compensar los desaguisados, por
estar todo el tiempo posible con ella, formando parte de la estructura única de
nuestra hija.
Pagábamos el precio de un montón de horas en un colegio
privado (cuantas más posibles para la mayoría de los padres) y sin embargo solo
la dejábamos allí cuatro horas, comía en casita, dormía siesta,( poca todo hay
que decirlo) jugábamos. Le preguntábamos
siempre si le apetecía volver al cole por la tarde y si no era así se quedaba
en casa o nos íbamos a pasear.
Poco tiempo después ocurrió lo que me temía. Ella tenía un
vocabulario mucho más extenso de lo que le correspondía a los niñ@s de su edad
(antes de ir al cole) y comenzaba ya con un tipo de juego que no podía llevar a
cabo con la mayoría de sus compañeros que andaban aún intentando a duras penas
adaptarse al medio, controlar esfínteres, estar quietos cuando les decían y
aprender un color por trimestre.
La niña allá por el segundo trimestre se plantó y nos dijo:
―Mamá, no me gusta el cole. Los bebés no me hablan. Y estoy
harta del color rojo.
Lo en tendí porque ella hacía tiempo que conocía todos los
colores y sus matices, incluso por su propia cuenta había comenzado con una
especie de encuesta sociológica a la población que comenzaba diciendo: Mi color
preferido es el rojo ¿y el tuyo?, además recordaba el nombre de cada quién
importante en su vida asociado a su color, sintiendo especial simpatía por
aquellos que habían respondido “El Rojo”
Solicité entrevista para ver con su profesora una solución
de manera que la niña no se aburriera tanto y para mi sorpresa no solo no veía
ella un problema en que la niña se aburriera sino que me incriminó, que hablaba
mucho y despistaba a los compañeros y que los movilizaba demasiado inventando
actividades en grupo, que tenía
demasiada imaginación.
¡Me desinflé! Había optado por la enseñanza privada porque
ya venía observando que la niña tendría necesidad de atención especial. Sin
embargo su madurez y precocidad se le estaban volviendo en contra por falta de
sensibilidad y profesionalidad.
Sin embargo por mis condiciones laborales y personales en
aquel momento no podía llevarla a una escuela Waldorf que se encontraba lejos de nuestro lugar de
residencia. Así que continuamos en aquel colegio pero más atenta y más
insistentes con el profesorado al que decidí no darle la razón sino explicarles
lo que yo sentía en cada momento. Ya por los años ochenta tuve la oportunidad
de trabajar en una escuela infantil durante cinco años y llevar a cabo algunas
pautas que a todos les parecían extrañas e innovadoras pero que a mí me parecía
las únicas viables, nacían del convencimiento de que cada niño es un mundo ,
único e irrepetible que viene a este mundo a traer su legado único, un ser puro
y pleno que hay que acompañar para que
aprenda a desenvolverse en el medio en el que se encuentra, que cada uno tiene
su propio tiempo y nivel de madurez y que hay que respetar absolutamente esto
con una atención de calidad,que la escuela, sobretodo a edades tan tampranas no es una fábrica de alienación, de adoctrinamiento, en el que se inyectan conceptos aburridos y abstractos en un momento en el que toca APREHENDER, curiosear, investigar, experimentar, disfrutar, de que lo de menos son los colores y los nombres de
los animales que ya mi hija llevaba puesto no solo los reales sino los imaginarios ( " Mi animal preferido es el dragón" ) y que en la mayoría de los casos
esta madurez solía ser premiada precisamente
sin atención por el solo hecho de que “ELLA VA SOLA NO NOS
NECESITA”
PUES NO!!!
El siguiente curso, hubo cambio de profesora y apostamos de
nuevo, la cosa iba mejor. La niña iba contenta. Algunos incidentes para mí muy
significativos que también les contaré estuvieron a punto de tocarnos las
narices definitivamente pero decidimos acabar el curso.
Algunos padres tenían quejas parecidas a las mías y que no
eran atribuibles no solo a aquella institución sino al propio sistema educativo
obsoleto y caduco que ellos llevaban a rajatabla sumándole sus propias
características lo cual recrudecía el asunto.
Al tercer año cambió de nuevo el profesor( tres años tres
profesores en educación infantil por si no se han dado cuenta)Nosotros
optimistas donde los haya lo interpretamos como una nueva oportunidad de cambio
y mejora pero más de lo mismo…
La niña es muy madura, va sola, se distrae, se aburre, es
muy obediente y retoma pero enseguida se distrae de nuevo y habla y distrae a
los compañeros.
― ¿Me hablas de algún desorden concreto del que tengamos que
ocuparnos?
―No, es comportamiento, tiene
demasiada imaginación
―Gracias a Dios- le respondí- porque sino dime cómo hubiera sobrevivido a
este despropósito estos dos años en este colegio que sigue a rajatabla las
reglas de un sistema educativo que huele a cadáver hace ya tiempo y con gente
tan inepta y poco sensible. Yo no quiero carantoñas en las reuniones quiero la
verdad y quiero que atiendan a mi hija, no pago para que me digan lo linda y lista
que es y escuchar el repetitivo y soporífero discurso de tiene demasiada imaginación
que vengo escuchando desde que tenía dos años, es que ¿ no hay nada más
en su expediente? No tienen otra cosa de
que quejarse y por eso lo hacen de una maravillosa competencia suya como si
fuera algo de lo que tuviera que avergonzarse.
Cuando vengo a las reuniones yo espero que me cuenten lo que
han observado en ella, que la diferencia, en qué podemos ayudarla, como la están
acompañando en el proceso de crecimiento
y aprendizaje durante el ratito en que nosotros(los responsables primeros de su
crianza y educación) no podemos estar y si puede ser y no es mucho pedir me
gusta que esto se haga con amor y respeto.
Durante el segundo
trimestre ocurrió el hecho definitivo que como gota colmó mi vaso.
Recogí a la niña a mediodía, como siempre, especialmente
triste. Le pregunté que qué le pasaba. Se le quebró la voz y me dijo:
―Mamá, Sr X arrugó mi
cinco y lo tiró a la papelera. Pero yo lo cogí y lo guardé en la mochila.
―Pero, ¿por qué hizo eso?
―No lo sé
― ¿Hizo eso y no te explicó por qué?
―Si me explicó pero yo no lo entiendo. Nos dio una ficha con
un cinco y un punzón. Teníamos que hacer puntitos alrededor del cinco. Yo lo
hice. Acabé la primera, siempre acabo la primera y me aburrí mucho. Entonces vi
como Néstor picaba puntos fuera del cinco y yo lo hice también y vino Sr X y se
enfadó mucho conmigo me dijo que mi cinco era una porquería y que por eso iba a
la basura y que yo era una niña muy mala y desobediente. Me dio otro cinco y tuve
que hacerlo otra vez.
Le pedí el cinco arrugado y pude observar que lo había
perfilado perfectamente con el punzón y que había rellenado todo el espacio en
blanco con florecitas a base de puntitos TODO EL ESPACIO EN BLANCO QUE RODEABA AL
CINCO!!!! ¿Cuánto tiempo había estado sin vigilancia con un punzón mi hija de
cuatro años para que le diera tiempo de dibujar con puntitos un cinco y el
jardín de las hespérides?
¿Cómo es posible que el profesor no valorara que la tarea
encomendada no solo había sido realizada sino que lo había hecho de manera
sobresaliente y en un tiempo record?¿ Cómo no se dio cuenta de la repercusión
que en un niñ@ de cuatro años puede tener comentarios de ese tipo ya no
tengamos en cuenta que además de manera pública? ¿Cómo no valoró el trabajo
extra que tuvo tiempo de hacer mientras esperaba aburriéndose solemnemente? ¿Qué
aprendió cuando observó que para Néstor no hubo consecuencias habiendo
realizado la misma acción que ella?
¿Qué pretendía enseñarle con esa vejación? ¿Qué aprendió
Ella con todo el desaguisado que además se repetía con tanta asiduidad ?
Solicité cite urgente con el profesor y llevé conmigo lo que
yo creía que era la prueba irrefutable del último acto desacertado que yo iba a
permitir que ocurriera en torno a mi hija. Él me esperaba con lo que al final
fue LA PRUEBA DEFINITIVA y que él (pobrecito) aportaba en defensa propia.
Le pedí que me contara qué había pasado con el “cinco “y me
mostró la segunda ficha que le ofreció a la niña llamando mi atención y
justificándose con ella.
Era un folio con el perfil del cinco que había sido punteado
con un punzón con saña, puntos y rasgaduras mostraban el enfado y la impotencia
que mi hija sintió ante la más absoluta incomprensión y falta de empatía de aquel adulto que se suponía tenía que
enseñarla y acompañarla…
Entonces cogí aquella segunda obra de arte y comencé a
argumentar sobre la primera y lo que habíamos deducido y era fácil interpretar
de ambas y mostramos como nos quedábamos maravillados porque nos llevábamos a
la niña de aquel lugar cuando aún conservaba su instinto, su carácter, su
intuición, cuando aún tenía ganas de rebelarse contra lo que no le parecía justo.QUE NOS SENTÍAMOS MUY ORGULLOSOS DE ELLA Y QUE ESTÁBAMOS DESEANDO LLEGAR A CASA PARA DECÍRSELO Y ABRAZARLA!
Nos sorprendió que detrás nuestro se fueron muchos más padres.
Nos sorprendió que detrás nuestro se fueron muchos más padres.
El asesinato de aquel cinco tuvo una recompensa, hoy es una
anécdota y me siento orgullosa de poder contarla porque uno ha de ser fiel a su
intuición, e intentar hacer cambios por mínimos que sean allá donde pueda sino
nada cambiará nunca y son nuestros cachorritos lo que están ahí. Yo encontré
infinitas fórmulas para acompañar a la mía, eran tiempos más difíciles de los
que corren ahora, afortunadamente las cosas están cambiando y no dudo de que yo
plantara hace ya muchos años algunas semillitas que están dando fruto. Ningún
profesor/a de mi hija ha quedado indiferente ante nuestra manera de hacer las
cosas y cada día se encarga de demostrarnos que no nos equivocamos. Muchos de
ellos nos han verbalizado que cambiaron rumbo en la enseñanza y en sus propias
vidas y eso nos hace felices.
Teresa Delgado © 2014
P.D. El número cinco en numerología simboliza la libertad, la adaptabilidad, el espíritu viajero y aventurero. Es expansivo y sociable, de nuevas y visionarias ideas; de pensamientos rápidos, polifacético, curioso y explorador; ingenioso a la hora de utilizar la libertad de forma constructiva.
A MI ME GUSTA MI PRECIOSO CINCO, NO LO CAMBIARÍA NI POR TODO EL ORO DEL MUNDO. ES PERFECTO Y SÉ QUE ELLA TAMBIÉN OBRARÁ CAMBIOS IMPORTANTE EN ESTE MUNDO NUESTRO Y CONTRIBUIRÁ A HACERLO UN POCO MÁS AMABLE.
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