NANA DE LA LUNA


domingo, 27 de enero de 2013

EL PAJARRACO




Un par de semanas atrás, estando en Las Toscas, en plena fagina de remodelación de la casa, escucho cierto desorden verbo-emocional en las dos mujeres que compartían la estancia conmigo: Doña Rita y Doña Marisa, mirando por la ventana hacia el jardín con singular asombro, unas cuántas cotorras que lejos de sus nidos revoloteaban y gritaban frenéticamente en las ramas bajas del árbol de casa.
Yo estaba pintando paredes y ellas iban y venían entre escaleras, baldes, pinceles, pintura, papeles, gata y gato, de la ventana al pasillo, de la puerta a la cochera, mirando y exclamando hasta que por fin descubrieron... al PAJARRACO.
Un pichón de lorito, asustado caminado por el césped gritaba fuerte y ronco, clamando la presencia de sus progenitores o tutores o lo que sea, —ya que en esos nidos de cotorras viven un montón de escandalosos bichos que no paran de volar y chirriar todo el día y quién puede siquiera imaginar cual es el grado de parentesco entre ellos— para que lo rescataran de la planta baja y aseguraran su integridad en las alturas del pino.

Pero la que apareció ante el pequeño animalito fue Doña Marisa con toda su envergadura, lo tomó en su mano, medio panza arriba y quedó parada en el medio del jardín con cara de circunstancias, mirándonos a mi madre y yo:

—Ay... Qué hacemos, con él? Pobrecito, no puede volar, cómo se lo subimos a los padres..?

—Tas loca!— exclamó Doña Rita— Cómo lo vas a subir 25 metros al pino? Dejalo en el suelo que los padres lo vienen a buscar.

El pajarraco, de pancita al aire y patitas sujetadas entre los dedos, la miraba y gritaba cada vez más fuerte. Pobre tipo, acostumbrado únicamente a vernos desde la altura, encontrarse atrapado en las manos de un ser humano, se habrá sentido en medio de un cuento de terror.
La cosa es que después de unos instantes de poseer al bicho, Marisa tenía la misma cara de circunstancias, pero le había agregado la opción de adoptarlo y llevarlo a la capital.

Ahí salté yo:

—Tas loca! (lo que se hereda no se roba) Qué hacemos con las gatas y gatos? Se lo morfan en dos minutos. No, no, no!

Le dimos un poco de agua usando las uñas de cucharita y mágicamente se calmó. Lo depositó en el piso y nos fuimos para adentro dejando el espacio libre de humanidad para ver si volvían los loros mayores a buscarlo.
Nada, no apareció ni uno. El chiquitín empezó a caminar sin rumbo, con la cabecita baja, tropezando con las raíces y buscando un sitio donde esconderse.
Fue entonces cuando decidí sobreponerme al desagrado que me produce agarrar pajaritos y lo fui a buscar. Lo levanté delicadamente, no panza arriba, le dejé las patitas libres y le permití apoyarse en mi pecho. Ya no gritaba, simplemente me miró a la cara, dio dos o tres pasitos aferrado a mi remera, me cagó, siguió hasta el hombro y desde allí se tiró al piso en intento fallido de vuelo. Lo volví a agarrar y nuevamente comenzó el debate de que hacer con el Sr. Pajarraco. En casa era imposible por los gatos, que dicho sea de paso ni se enteraron de la presencia del ave, dormían plácidamente en alguna cama, en casa de Marisa, también gata, en el trabajo: gatos, en la veterinaria seguramente nos mandarían a freír espárragos, dejarlo librado a su infantil suerte nos parecía un tanto cruel. En definitiva, ahora la cara de circunstancias la tenía yo: llevaba al bicho prendido a la remera cagada de acá para allá y no sabía que corno hacer con él, lo peor era que al bicho parecía gustarle que lo paseara en brazos, se quedaba quietito y calladito.
Fue entonces que escuchamos la voz salvadora del mesías de los loros, desde de la acera de enfrente, el vecino que miraba atento el despliegue ornitológico dijo:

—Me lo regalás?

—En serio lo querés?

—Si claro, es para mi suegra.— Pensé que era joda

—Aguantalo ahí que voy a buscar una jaula para llevárselo.

Y salió raudo en su moto. Dejamos al lorito en el suelo, aún con la lejana esperanza de que los padres lo rescataran, dado que el tema de la cotorra para la suegra no sonaba para nada serio y como bien dice una amiga nuestra las mascotas hay que adoptarlas responsablemente.

Al ratito volvió el hombre con una jaulita mínima. Cuando Doña Marisa vio el habitáculo y ya andaba con el loro en la mano otra vez, se le paró delante de la moto, otra vez con toda su envergadura y le espetó:

—Esa jaula es demasiado chica, ahí lo van a tenerrrr?

—No, no, es sólo para llevarlo, después lo crían suelto, el otro que tenían andaba por todos lados.

—Ah... entonces si. — y se lo dio.

Me acerqué a decirle que sólo había tomado un poco de agua y no pude contener mi sarcasmo:

—Vas a quedar fenomenal con tu suegra con semejante regalo...

—Si, si!! Con esto me la gano para siempre!! Sabes cómo..? Si yo le quise dar uno de un nido que se cayó pero ni plumas tenían, este está divino. Quedo como un rey. Gracias!

Arrancó la moto y marchó orgulloso con la valiosa ofrenda para la suegra.

Volvimos a nuestras tareas domésticas pensando en el loro, el flaco y la suegra, sabiendo que habíamos resuelto la buena obra del día de forma natural y espontánea...
Aunque Doña Marisa seguía insistiendo, con suspiros nostálgicos, en que podíamos haberlo adoptado.

Prefiero el hipopótamo...



 Andrea Bergmann Tomeo



HISTORIAS PARA CAMBIAR EL MUNDO 2012

Teresa Delgado en " LA VOZ HISPANA DE NEW YORK"

Entrevista realizada por la columnista Zenn Ramos en la Pag.23 de la sección: Oteando sobre Arte,cultura y poesía del periodico "La voz hispana de New York.

Historias para cambiar el mundo

VOLEM VERSOS



Open publication - Free publishing - More versos

"El árbol y los libros" Teresa Delgado (Pags 36-37)

Ilustración: Gozia Mosz il.

Biblioteca Pública Concentaina


Cuentacuentos Barlovento La Palma

La noche de las letras ( Cuento corto: "¿Jugamos?" pag 38-39 )

Quizá solo quizá, ya los sueños sean más importantes que los proyectos, las casas se puedan comenzar a fabricar por los tejados, los búhos no lo sepan todo y decidan empezar a doblegar sus egos y las hormigas puedan jugar con los osos hormigueros.

21 de Junio 2012, contando para cambiar el mundo