A Don Eduardo Galeano:
Envolví en mi voz cada una de tus palabras, esas historias
tuyas que hacías de todos y a todos se nos quedaban transitandonos el alma largo rato.Me las sé, las hice
mías y siempre que las contaba me parecía que sonaba tu voz que me las iba recordando.
Nunca conseguí saber cómo demonios te me metías en las orejas y en el corazón
para que no te estropeara los cuentos. Cuento. El oficio del alma mía es darle voz a las palabras, en forma de versos o de historias y
te confieso, aunque sé que lo sabes, que las tuyas son y serán siempre mis preferidas.
No te quedaste al parto del mundo, ese que sabías preñado de otros
nuevos y que ahora disfrutarás desde un palco de honor.¡A
mí no te me mueres así amigo! Yo entiendo que quieras descansar, que te lo
mereces, que estés harto de esta locura que se ha vuelto todo, que quieras ver
otros paisajes y respirar otros aires, pero morirte no te me mueres porque te
quedas aquí, para siempre conmigo. Y ahora será tu voz, más viva que nunca, la
que me acune el alma para que yo con la mía te escriba mensajes con nubes y sin
papel que a golpe de latidos los amigos por muy lejos que estén, siempre se entienden.
Teresa Delgado © 2015
" Tenía una sonrisa de niño que hacía de la vida un jardín de palabras. Luna Park en sus ojos. Galeano fue el niño que hendió de ternura al gigante egoísta. Fausto Vonbonek"
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