La Luna ladrona está basada en hechos reales.
Una amiga me retó a escribir una historia diferente sobre la Luna. Andaba yo intentándolo cuando le pasó algo a una sobrina, Carla. Ella no lo vio, pero se se lo contó su madre: la Luna se había llevado su chupete, la muy ladrona.
Desde el principio me impresionó. A pesar del dramatismo de la situación, la historia era buenísima. No me digan que no. Había mucha literatura en esa vivencia.
Me interesó ese momento por ser una experiencia infantil intensa y repletada de emociones. Seguramente si lo viviéramos de adultos nos arrastraríamos por las esquinas llorando nuestra desgracia. Habría suicidios.
Pero mi intención no era hacer un libro útil, que sirviera para algo.
Pido disculpas a los lectores que hayan pensado que este libro pretende ayudar a los padres e hijos en el difícil trance de dejar el chupete. Entiendo que puede parecerlo, pero no.
Como lector, esos libros que buscan desesperadamente ayudarme a algo o convencerme de alguna cosa me echan para atrás. El valor que siempre busco es el de la literatura, el disfrute con las palabras. Espero no haber caído en el lado oscuro de la pedagogía y las buenas intenciones.
Por otra parte, ruego que no traten de educar a sus hijos con las obras de Pablo Albo. Pueden ser peligroso para la infancia. Saldrían chiquillos rarísimos, créame. Mejor dedíquense a disfrutar de la literatura y déjense de tonterías.
Ah, por cierto, la amiga que me retó fue Arianna Squilonni que con tan buena mano maneja los designios de su editorial A buen paso.
Pablo Albo
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