En Villa Brujería las calles son oscuras como un trueno de invierno.
Sólo circulan brujas por ellas…Lo hacen en las noches de relámpagos y
rayos. A veces, los murciélagos les avisan por dónde conviene pasar. En
otras ocasiones, para no perderse, llevan una calabaza con una vela
encendida…
La Avenida de las Pócimas Amargas es la más importante del lugar. A sus costados, están las cuevas más horribles, llenas de mercaderías tenebrosas. Son las que las brujas necesitan para cocinar sus encantamientos.
La más pequeña de esas cuevas –casi insignificante- es la de la
brujita Brujulicha. En ella pueden encontrarse los más extraños
elementos. Las estanterías muestran un sinfín de frascos con productos
necesarios para hechizar. Las etiquetas dicen “Sustos para regalar”,
“Aullidos horripilantes”, “Peleas de gatos negros”, “Arañas peludas para
abrigo” y otras cosas por el estilo.
Brujulicha elabora cada
producto con gran cuidado (Un hechizo mal hecho es peligroso: un
príncipe puede volverse cantante de tangos, un sapo transformarse en
bailarina verde y verruguienta). La brujita siempre tiene novedades.
Inventa cada día, una pócima más efectiva que la anterior.
Vende sus productos a buen precio. Dos cucarachas por un preparado, tres
gusanos por una escoba que rezongue en inglés, por ejemplo. Para
algunas ocasiones, suele también obsequiar sus hechizos a quien lo
necesite. Hay brujas con grandes urgencias. No siempre se consiguen
cucarachas o gusanos de buen tamaño.
En los últimos tiempos,
algo sucede que no le gusta. Otras hechiceras- haraganas o con menos
ideas que una caja de cartón- le roban sus conjuros, los ponen a su
nombre ¡Brujas desvergonzadas!¡Hechiceros de falsa fama!
Las
amigas de Brujulicha comparten su molestia por estos hechos tan
desagradables. Están resueltas a que tales delitos se conozcan.
Contratan a varias lechuzas. Éstas, salen con sus chistidos a alertar
sobre los robos. A cada copiona, le pegan una etiqueta en la espalda.
Avisan a la clientela que sólo elabora brujerías falsas…
Brujulicha invita a las brujas de confianza y a las lechuzas a tomar la
merienda. Celebrarán el operativo. Prepara té de cebolla, jalea de
alacrán y un buen pan de cascarudos, crocante y sabroso.
Entre
risas oxidadas y chistidos inquietos, el festejo es divertidísimo. Hay
ojos que dan vueltas como planetas y sombreros que caminan… ¿Queda
alguna duda sobre lo que vendrá después? ¡Ninguna! El mundo de la
hechicería sabe una cosa: por cada encantamiento que le hurten a
Brujulicha, ella puede inventar cuantos se le ocurran. Esa cabeza
hirviente de locas ideas es invencible…
MARÍA ALICIA ESAIN©12/05/12
En Villa Brujería las calles son oscuras como un trueno de invierno. Sólo circulan brujas por ellas…Lo hacen en las noches de relámpagos y rayos. A veces, los murciélagos les avisan por dónde conviene pasar. En otras ocasiones, para no perderse, llevan una calabaza con una vela encendida…
La Avenida de las Pócimas Amargas es la más importante del lugar. A sus costados, están las cuevas más horribles, llenas de mercaderías tenebrosas. Son las que las brujas necesitan para cocinar sus encantamientos.
La más pequeña de esas cuevas –casi insignificante- es la de la brujita Brujulicha. En ella pueden encontrarse los más extraños elementos. Las estanterías muestran un sinfín de frascos con productos necesarios para hechizar. Las etiquetas dicen “Sustos para regalar”, “Aullidos horripilantes”, “Peleas de gatos negros”, “Arañas peludas para abrigo” y otras cosas por el estilo.
Brujulicha elabora cada producto con gran cuidado (Un hechizo mal hecho es peligroso: un príncipe puede volverse cantante de tangos, un sapo transformarse en bailarina verde y verruguienta). La brujita siempre tiene novedades. Inventa cada día, una pócima más efectiva que la anterior.
Vende sus productos a buen precio. Dos cucarachas por un preparado, tres gusanos por una escoba que rezongue en inglés, por ejemplo. Para algunas ocasiones, suele también obsequiar sus hechizos a quien lo necesite. Hay brujas con grandes urgencias. No siempre se consiguen cucarachas o gusanos de buen tamaño.
En los últimos tiempos, algo sucede que no le gusta. Otras hechiceras- haraganas o con menos ideas que una caja de cartón- le roban sus conjuros, los ponen a su nombre ¡Brujas desvergonzadas!¡Hechiceros de falsa fama!
Las amigas de Brujulicha comparten su molestia por estos hechos tan desagradables. Están resueltas a que tales delitos se conozcan. Contratan a varias lechuzas. Éstas, salen con sus chistidos a alertar sobre los robos. A cada copiona, le pegan una etiqueta en la espalda. Avisan a la clientela que sólo elabora brujerías falsas…
Brujulicha invita a las brujas de confianza y a las lechuzas a tomar la merienda. Celebrarán el operativo. Prepara té de cebolla, jalea de alacrán y un buen pan de cascarudos, crocante y sabroso.
Entre risas oxidadas y chistidos inquietos, el festejo es divertidísimo. Hay ojos que dan vueltas como planetas y sombreros que caminan… ¿Queda alguna duda sobre lo que vendrá después? ¡Ninguna! El mundo de la hechicería sabe una cosa: por cada encantamiento que le hurten a Brujulicha, ella puede inventar cuantos se le ocurran. Esa cabeza hirviente de locas ideas es invencible…
MARÍA ALICIA ESAIN©12/05/12