EL VOLANTIN
Colgado del sol
sediento de agua
mineral
lejano
sinfonía de silencio
dibujando nostalgias
en rostros de viento
y tierra.
Pájaro de papel
para traviesas manitas
que se encumbró en el cielo
y en mi infantil corazón
el que construimos
grande
anaranjado,
y que llamamos “Jote”.
¡Nació el Jote! ¡Nació el Jote!
Gritamos y corrimos encendidos de alegría
hacia las cumbres pedregosas de los
cerros pampinos
¡Nació el Jote!
Repetíamos exhibiéndolo con orgullo
hasta llegar donde el viento juega con
las nubes y los pájaros;
Al instante, casi urgente,
trémulos de ansiedad,
fuimos entregándoselo al cielo.
Subiendo paso a paso
su frescura por la ruta azulada
hasta llegar a completar con su anaranjado radiante
la fantástica acuarela flameante
Ducho el Jote ondeaba como pluma entre las nubes,
más de improviso y atacándolo cual
demente enceguecido
un inmenso volantín pardo
Transformada nuestra alegría en latidos dolorosos,
le gritamos suplicantes:
¡Jote cuidado con la muerte!
¡Jote cuidado con la muerte!
Y como si escuchara nuestros gritos suplicantes se
desató del sonoro hilo que
lo ataba a la tierra,
para nacer volando cual cósmica naranja.
Sumidos nuevamente en la alegría le gritamos esta vez:
¡Jote, baja a la tierra!
¡Jote baja a la tierra!
Pero la sorda y temeraria cósmica naranja
ya el abismo besaba
y contábale nuestros sueños de infancia