NANA DE LA LUNA
sábado, 27 de noviembre de 2010
Fórmulas de inicio de los cuentos ( Biblioteca Pública Concentaina)
Formules d'inici dels contes / Fórmulas de inicio de los cuentos / Fórmulas de inicio dos contos
de Biblioteca Pública Cocentaina CiberBiblioteca, el sábado, 27 de noviembre de 2010 a las 1:44
Les fórmules de inici dels contes són màgiques, aconsegueixen en poques paraules atrapar les orelles dels oients. Formen part de la pròpia estructura narrativa. Cal recuperar aquestes fórmules tradicionals i poètiques per a contar històries als xiquets i xiquetes. Cada cultura i cada llengua té les seus pròpies fórmules. Hem fet una selecció d'elles en català, en castellà i en gallec. Esperem que us siguen útils:
Fórmules d'inici o principi dels contes
Vet aquí una vegada, quan els ocells tenien dents…
Vet aquí que en aquell temps, que les bèstien parlaven i les persones callaven, hi havia…
Heu de creure i pensar i pensar i creure que…
Temps era temps… Vet aquí que en un poblet, poblàs, on ningú tenia nas, hi havia…
Vet aquí que una vegada...
En el temps dels bruixots...
Hi havia una vegada...
En aquell temps…
Jo no hi era, però em van explicar que…
Vet aquí que en aquell temps...
Una vegada hi havia...
Era una vegada...
En un país molt llunyà hi havia...
Temps era temps quan els animals parlaven i les persones callaven...
Una vegada, fa molts anys...
Un conte us explicaré, tan bé com jo sabré; si l'escolteu el sentireu, qui no el sentirà no el sabrà...
De follies i de rondalles jo us en contaré un grapat, les unes serà mentides, les altres seran veritats...
Això era i no era...
Vet aquí que en aquell temps dels catorze vents, que set eren bons i altres set dolents...
L'any tirolany...
Fa anys i anys...
Rondalla ve, rondalla va, si no és mentida veritat serà...
Rondalla ve, rondalla va, si és mentida, un sac de farina; si és veritat, un sac de blat...
Fórmulas de inicio o principio de los cuentos
A mí me contaron una vez que era...
Una vez dicen que dijeron que había...
Esta era una vez que había...
Pues vamos a ver que dicen que había una vez...
Cuentan que cuentan que me contaron...
Una vez dicen que dijeron que había...
Esta era una vez que había...
Pues vamos a ver que dicen que había una vez...
Cuentan que cuentan que me contaron...
En cierto pueblo...
En cierto país ¡muy lejos, muy lejos!, que de lejos que era ya no me acuerdo ni dónde era....
En la tierra del olvido, donde nadie se acuerda ya de nada...
Allá, en un país muy lejano...
En el sitio donde Cristo fue a dar las tres voces...
Allá por donde San Pedro perdió el gorro...
En cierto país ¡muy lejos, muy lejos!, que de lejos que era ya no me acuerdo ni dónde era....
En la tierra del olvido, donde nadie se acuerda ya de nada...
Allá, en un país muy lejano...
En el sitio donde Cristo fue a dar las tres voces...
Allá por donde San Pedro perdió el gorro...
Hace mucho tiempo...
En tiempos / En tiempos malos...
En tiempos muy remotos...
Esto ocurrió hace mucho tiempo, y así como me lo contaron a mí os lo cuento yo a vosotros...
En cierta ocasión / Cierto día...
En aquellos años en que se pasó muchísima hambre...
Cuando Dios [Jesucristo y San Pedro] andaba por el mundo...
Esto que os voy a contar sucedió hará cien años, más o menos...
Hace ya muchísimos años...
Cuentan que hace muchos siglos Cuando los animales hablaban / Cuando los burros volaban, uno que lo vio me contó...
En tiempos de Maricastaña...
Allá por el año catapún...
En tiempos / En tiempos malos...
En tiempos muy remotos...
Esto ocurrió hace mucho tiempo, y así como me lo contaron a mí os lo cuento yo a vosotros...
En cierta ocasión / Cierto día...
En aquellos años en que se pasó muchísima hambre...
Cuando Dios [Jesucristo y San Pedro] andaba por el mundo...
Esto que os voy a contar sucedió hará cien años, más o menos...
Hace ya muchísimos años...
Cuentan que hace muchos siglos Cuando los animales hablaban / Cuando los burros volaban, uno que lo vio me contó...
En tiempos de Maricastaña...
Allá por el año catapún...
¡Vayan cuentos y vengan cuentos!
Cuento va y cuento viene, no te creas nada de lo que te cuenten...
Cuento va y cuento viene, no te creas nada de lo que te cuenten...
Cuentan y no paran de contar...
Cuentan los que lo vieron (yo no estaba, pero me lo dijeron)...
Mi abuelo me contaba ...
Aquí estoy para contarte la historia...
Cuentan los que lo vieron (yo no estaba, pero me lo dijeron)...
Mi abuelo me contaba ...
Aquí estoy para contarte la historia...
Fórmulas de inicio o principio dos contos
Era unha vez...
Había unha vez...
Nun lugar remoto...
Hai moito, no tempo dos soños...
No inverno, na época da lúa chea...
Nun tempo no que a Terra aínda era nova...
Certo día...
Hai moitos centos de anos...
Noutros tempos máis antigos...
Érase que se era...
Vivía unha vez...
Nos tempos de María Castaña...
Para saber e contar e contar para aprender...
Hai moito tempo, cando os animais aínda falaban...
Hai moitos anos, cando o mundo estaba formándose...
Había unha vez, nun vello país...
Hai moito tempo, cando as galiñas tiñan dentes...
Aínda que é difícil de crer, unha vez pasou...
I vosaltres, quina fórmula utilitzeu?
Les il·lustracions són de Jude Harzer.
PRIMERAS MEMORIAS (“La noche del gato”)
A veces amé mi niñez, tuve la suerte de hacer travesuras, de ser niño a veces, de excavar con mis sueños trincheras más hondas que el hoyo en que entierra su niño el estúpido adulto.
Recuerdo incluso las primeras luces, mi primera palabra, mi primera noche totalmente en vela.
Papá derribó una pared que incluía nuestra puerta; no hubo puerta esa noche. En lugar de un cuento mi madre advirtió que debíamos cubrirnos, que un gato hambriento pudiera allanar nuestra casa y comerse una parte esencial de la vida. Así que fui niño y fui cauto, pasé cada hora auscultando el silencio, resguardando del hambre del gato a mi hermano y mi pene.
Por la mañana marché somnoliento a la escuela, pero entero y feliz con mi cuerpo completo. Llegar a la escuela obligaba a cruzar por el bosque de monstruos. En la casa verde habitaba “la muda”, y había que franquear ese espacio con toda premura y cautela o la muda saldría de repente expeliendo un volcán de espantosos gemidos. Era altísima, oscura, con dientes muy blancos y brazos tan largos que había que pasar por lo menos diez metros distantes de aquella alambrada. Había que correr, escapar de ese grito estridente que helaba la sangre.
Nosotros sabíamos perfecto que atrás de esa casa, enterradas, yacían osamentas de niños que había capturado, y que en su afán por hurtarles su voz les cortaba las lenguas, para luego —sin masticarlas— tragárselas crudas. Y una vez mudos los niños, frustrada por no poseer sus palabras, los estrujaba en el aire con tanta violencia que en lugar de arrancarles el habla, sus tripas salían por sus bocas.
Había que apresurarse, sobrevivir, salir airoso al girar de la esquina y dejar muy atrás el verdor de esa casa y sus ásperos gritos.
Pero faltaban tres cuadras, y un nuevo terror acechaba adelante: “el cuarentapedos”; el ogro asesino de manos inmensas y siempre empuñadas a un grueso garrote.
Coronado por una colonia de hedor y de moscas, el cuarentapedos miraba a los niños con aires insanos. Su mellada expresión acentuaba un efecto voltaico al mirarlo de frente. Un grarrotazo bastaba y jamás volveríamos a casa. Bajo su suéter marrón su joroba acopiaba el asombro en los niños y un concilio fehaciente de su oscuro oficio: el de robachicos.
Una piel blanca anegada en sudor presagiaba el zumbar del garrote verdugo, debíamos salvar el pellejo, caminar sin perdernos de vista y estar siempre alertas del grito de aviso: ¡corran, corran, el cuarentapedos!
Nuestra aventura volvía a repetirse al volver de la escuela, la muda y el garrote apresado a la mano de aquel energúmeno no eran cosa de juego; había que encarar los peligros, la disonante mujer de la casa esmeralda y evitar tropezar con la sombra infernal y su leño escurriendo de sangre.
La escuela ofrecía una gran tregua, un refugio cercado repleto de espacio, de vida, de signos, de niños que en cada venir y volver confrontaban sus monstruos según residieran. Porque cada lugar contenía sus quimeras.
Ahora hemos crecido, sobrevivimos, sobreviví, miro mi pene completo y doy gracias al cielo de haberlo cuidado con todo recelo la noche del gato.
Conservo igualmente mi lengua, sobreviví al gutural gimoteo y al garrote.
La casa verde no existe, fue derribada unos años después que muriera Carmen de Dios Guadalupe Santiago, “la muda”. En su lugar se ha erigido otra casa con un doble piso de innovado estilo y de paredes blancas. De las celosías asoman las hojas brillantes de una enredadera. Los girasoles que siguen la luz no persiguen las ondas que traen el rumor de las hojas del fresno sembrado en la parte trasera, bajo el cual una tierra en completo reposo se abraza a sus gruesas raíces no así la osamenta de muchacho alguno.
Se han marchado a la muerte los brazos oscuros y largos que súbitamente asomaban del cerco encomiando un adiós a los niños de entonces, mientras loca de gusto emanaba alaridos.
Los niños que hoy marchan a clases caminan apáticamente, indiferentes al eco infantil de un pasado inventor de quimeras. Dan vuelta a la esquina sin tomar cautela, en sus mentes discurren asuntos de niños actuales. Sus rostros reflejan pixeles y no la entelequia ni la fantasía. Ninguno de ellos advierte a los otros si asoma el fantasma de un hombre incapaz de hacer daño siquiera a su sombra aferrada a una vara o a un palo de escoba para protegerse de los perros bravos. Treinta años hace que ya no recorre las calles buscando una hogaza de pan o una fruta o aquello que pudo servirle para prolongar su vida. Los huesos de aquel inmigrante escocés ya descansan de frente a una sierra sinuosa de grises montañas que al alba redimen su cruz del hedor de su apodo: Al Pounsley Johnson (1915 – 1980).
Han cambiado las casas, los tiempos, los niños y obviamente los monstruos. Pero en la escuela los mitos de adultos persisten, y hoy se sigue enseñando las mismas patrañas de los mismos ismos, y que el viento no tiene color, que la luna no canta, que la paz se defiende por medio de guerras, que la ONU es neutral y honorable, y que el mundo sigue siendo plano.
© Fausto Vonbonek.
Publicado en Facebook por Fausto Vonbonek, el jueves, 28 de octubre de 2010 a las 23:56
Recuerdo incluso las primeras luces, mi primera palabra, mi primera noche totalmente en vela.
Papá derribó una pared que incluía nuestra puerta; no hubo puerta esa noche. En lugar de un cuento mi madre advirtió que debíamos cubrirnos, que un gato hambriento pudiera allanar nuestra casa y comerse una parte esencial de la vida. Así que fui niño y fui cauto, pasé cada hora auscultando el silencio, resguardando del hambre del gato a mi hermano y mi pene.
Por la mañana marché somnoliento a la escuela, pero entero y feliz con mi cuerpo completo. Llegar a la escuela obligaba a cruzar por el bosque de monstruos. En la casa verde habitaba “la muda”, y había que franquear ese espacio con toda premura y cautela o la muda saldría de repente expeliendo un volcán de espantosos gemidos. Era altísima, oscura, con dientes muy blancos y brazos tan largos que había que pasar por lo menos diez metros distantes de aquella alambrada. Había que correr, escapar de ese grito estridente que helaba la sangre.
Nosotros sabíamos perfecto que atrás de esa casa, enterradas, yacían osamentas de niños que había capturado, y que en su afán por hurtarles su voz les cortaba las lenguas, para luego —sin masticarlas— tragárselas crudas. Y una vez mudos los niños, frustrada por no poseer sus palabras, los estrujaba en el aire con tanta violencia que en lugar de arrancarles el habla, sus tripas salían por sus bocas.
Había que apresurarse, sobrevivir, salir airoso al girar de la esquina y dejar muy atrás el verdor de esa casa y sus ásperos gritos.
Pero faltaban tres cuadras, y un nuevo terror acechaba adelante: “el cuarentapedos”; el ogro asesino de manos inmensas y siempre empuñadas a un grueso garrote.
Coronado por una colonia de hedor y de moscas, el cuarentapedos miraba a los niños con aires insanos. Su mellada expresión acentuaba un efecto voltaico al mirarlo de frente. Un grarrotazo bastaba y jamás volveríamos a casa. Bajo su suéter marrón su joroba acopiaba el asombro en los niños y un concilio fehaciente de su oscuro oficio: el de robachicos.
Una piel blanca anegada en sudor presagiaba el zumbar del garrote verdugo, debíamos salvar el pellejo, caminar sin perdernos de vista y estar siempre alertas del grito de aviso: ¡corran, corran, el cuarentapedos!
Nuestra aventura volvía a repetirse al volver de la escuela, la muda y el garrote apresado a la mano de aquel energúmeno no eran cosa de juego; había que encarar los peligros, la disonante mujer de la casa esmeralda y evitar tropezar con la sombra infernal y su leño escurriendo de sangre.
La escuela ofrecía una gran tregua, un refugio cercado repleto de espacio, de vida, de signos, de niños que en cada venir y volver confrontaban sus monstruos según residieran. Porque cada lugar contenía sus quimeras.
Ahora hemos crecido, sobrevivimos, sobreviví, miro mi pene completo y doy gracias al cielo de haberlo cuidado con todo recelo la noche del gato.
Conservo igualmente mi lengua, sobreviví al gutural gimoteo y al garrote.
La casa verde no existe, fue derribada unos años después que muriera Carmen de Dios Guadalupe Santiago, “la muda”. En su lugar se ha erigido otra casa con un doble piso de innovado estilo y de paredes blancas. De las celosías asoman las hojas brillantes de una enredadera. Los girasoles que siguen la luz no persiguen las ondas que traen el rumor de las hojas del fresno sembrado en la parte trasera, bajo el cual una tierra en completo reposo se abraza a sus gruesas raíces no así la osamenta de muchacho alguno.
Se han marchado a la muerte los brazos oscuros y largos que súbitamente asomaban del cerco encomiando un adiós a los niños de entonces, mientras loca de gusto emanaba alaridos.
Los niños que hoy marchan a clases caminan apáticamente, indiferentes al eco infantil de un pasado inventor de quimeras. Dan vuelta a la esquina sin tomar cautela, en sus mentes discurren asuntos de niños actuales. Sus rostros reflejan pixeles y no la entelequia ni la fantasía. Ninguno de ellos advierte a los otros si asoma el fantasma de un hombre incapaz de hacer daño siquiera a su sombra aferrada a una vara o a un palo de escoba para protegerse de los perros bravos. Treinta años hace que ya no recorre las calles buscando una hogaza de pan o una fruta o aquello que pudo servirle para prolongar su vida. Los huesos de aquel inmigrante escocés ya descansan de frente a una sierra sinuosa de grises montañas que al alba redimen su cruz del hedor de su apodo: Al Pounsley Johnson (1915 – 1980).
Han cambiado las casas, los tiempos, los niños y obviamente los monstruos. Pero en la escuela los mitos de adultos persisten, y hoy se sigue enseñando las mismas patrañas de los mismos ismos, y que el viento no tiene color, que la luna no canta, que la paz se defiende por medio de guerras, que la ONU es neutral y honorable, y que el mundo sigue siendo plano.
© Fausto Vonbonek.
Publicado en Facebook por Fausto Vonbonek, el jueves, 28 de octubre de 2010 a las 23:56
viernes, 26 de noviembre de 2010
CUANDO EL NIÑO ERA NIÑO
Cuando el niño era niño
quería que el arroyo fuera río
que el río fuera torrente y este charco el mar
Cuando el niño era niño
no sabia que era niño
todo le parecía animado
y todas las almas eran un todo
Cuando el niño era niño
no opinaba de nada
no tenia ningún habito
frecuentemente se sentaba en cunclillas
de pronto se echaba a correr
tenia un remolino en el pelo y nunca posaba para tomarle una foto
Cuando el niño era niño
era el tiempo de estas preguntas
¿por que yo soy yo y no soy tu?
¿por que estoy aquí y por que no allá?
¿cuando empezó el tiempo y donde acaba el espacio?
¿es la vida bajo el sol tan solo un sueño?
lo que veo y oigo y huelo
¿no es solo la apariencia de un mundo frente al mundo?
¿realmente existen el mal y gente que es mala?
¿como es posible que yo, que existo
no haya sido antes de existir y que alguna vez yo,
que existo ya no seré quien soy?
Cuando el niño era niño
le costaba tragar las espinacas,
los chicharos, el arroz con leche y la coliflor al vapor
y ahora come todo, no solo por necesidad.
Cuando el niño era niño
alguna vez despertó en una cama extraña
y ahora lo hace seguido.
Muchas personas le parecían bellas
y ahora, solo en ocasiones de suerte.
Se imaginaba claramente un paraíso
y ahora, cuando mucho, lo adivina.
No podía pensar una nada
y hoy se estremece ante ella.
Cuando el niño era niño
jugaba entusiasmado
y ahora se concentra como antes
solo cuando se trata de su trabajo.
Cuando el niño era niño,
como alimento le bastaba
una manzana y pan y así sigue siendo
Cuando el niño era niño
las moras le caían en la mano
como sólo ellas lo hacen
y así sigue siendo.
Las nueces frescas
le escalaban la lengua
y así sigue siendo.
En cada monte ansiaba
el monte mas alto
y en cada ciudad ansiaba
una ciudad aun mayor
y sigue siendo igual.
En la punta de un árbol
cortaba las cerezas
emocionado como lo sigue estando.
Era tímido ante los extraños
y lo sigue siendo.
Esperaba la primera nieve
y la sigue esperando.
Cuando el niño era niño
tiraba un bastón como
lanza contra un árbol
y ésta aún sigue
vibrando ahí.
Escrito por Wim Wenders y Peter Handke
Tomado de la pelicula "Der Himmel Über Berlin" (El cielo sobre Berlín)
Wim Wenders (1987)
http://www.youtube.com/watch?v=J2mYtkrF3No
Wim Wenders (1987)
Publicado por Teresa Delgado el Lunes, 05 de julio de 2010
http://bibliotecaelperello.blogspot.com/2009/11/cuando-el-nino-era-nino.html
jueves, 25 de noviembre de 2010
SE VAN,
Hay que aceptarlos con esa condición, hay que criarlos con esa idea, hay que asumir esa realidad.
No es que se van... es que la vida se los lleva.
Ya no eres su centro.
Ya no eres propietario, eres consejero.
No diriges, aceptas. No mandas, acompañas.
No proyectas, respetas.
Ya necesitan otro amor, otro nido y otras perspectivas.
Ya les crecieron alas y quieren volar.
Ya les crecieron las raíces y maduraron por dentro.
Ya les pasó las borrascas de la adolescencia y tomaron el timón.
Ya miraron de frente la vida y sintieron el llamado, para vivirla por su cuenta.
Ya saben que son capaces de las mayores aventuras, y de la más completa realización. Ya buscarán un amor, que los respete, que quiera compartir sin temores ni angustias las altas y las bajas en el camino que les endulce el recorrido y los ayude en el fin que quieren conseguir.
Y si esa primera experiencia fue equivocada, tendrán la sabiduría y las fuerzas para soltarlas, así, otro amor les llegará para compartir sus vidas en armonía.
Ya no les caben las raíces en tu maceta, ni les basta tu abono para nutrirse, ni tu agua para saciarse, ni tu protección para vivir. Quieren crecer en otra dimensión, desarrollar su personalidad, enfrentar el viento de la vida, al sombro del amor y al rendimiento de sus facultades.
Tienen un camino y quieren explorarlo, lo importante es que sepan desandarlo, tienen alas y quieren abrirlas. Lo importante es el corazón sensible, la libertad asumida y la pasión a flor de piel.
Que la rienda sea con responsabilidad, y la formación, llena de luz.
Tú quedas adentro. En el cimiento de su edificio, en la raíz de su árbol, en la corteza de su estructura, en lo profundo de su corazón. Tu quedas atrás.
En la estela luminosa que deja el barco al partir.
En el beso que les mandas.
En el pañuelo que los despide.
En la oración que los sigue.
¡En la lágrima que los acompaña!
Tú quedas siempre en su interior aunque cambies de lugar.
autor desconocido
No es que se van... es que la vida se los lleva.
Ya no eres su centro.
Ya no eres propietario, eres consejero.
No diriges, aceptas. No mandas, acompañas.
No proyectas, respetas.
Ya necesitan otro amor, otro nido y otras perspectivas.
Ya les crecieron alas y quieren volar.
Ya les crecieron las raíces y maduraron por dentro.
Ya les pasó las borrascas de la adolescencia y tomaron el timón.
Ya miraron de frente la vida y sintieron el llamado, para vivirla por su cuenta.
Ya saben que son capaces de las mayores aventuras, y de la más completa realización. Ya buscarán un amor, que los respete, que quiera compartir sin temores ni angustias las altas y las bajas en el camino que les endulce el recorrido y los ayude en el fin que quieren conseguir.
Y si esa primera experiencia fue equivocada, tendrán la sabiduría y las fuerzas para soltarlas, así, otro amor les llegará para compartir sus vidas en armonía.
Ya no les caben las raíces en tu maceta, ni les basta tu abono para nutrirse, ni tu agua para saciarse, ni tu protección para vivir. Quieren crecer en otra dimensión, desarrollar su personalidad, enfrentar el viento de la vida, al sombro del amor y al rendimiento de sus facultades.
Tienen un camino y quieren explorarlo, lo importante es que sepan desandarlo, tienen alas y quieren abrirlas. Lo importante es el corazón sensible, la libertad asumida y la pasión a flor de piel.
Que la rienda sea con responsabilidad, y la formación, llena de luz.
Tú quedas adentro. En el cimiento de su edificio, en la raíz de su árbol, en la corteza de su estructura, en lo profundo de su corazón. Tu quedas atrás.
En la estela luminosa que deja el barco al partir.
En el beso que les mandas.
En el pañuelo que los despide.
En la oración que los sigue.
¡En la lágrima que los acompaña!
Tú quedas siempre en su interior aunque cambies de lugar.
autor desconocido
martes, 23 de noviembre de 2010
Namasté
Yo honro el lugar dentro de ti donde el Universo entero reside. Yo honro el lugar dentro de ti de amor y luz, de verdad, y paz. Yo honro el lugar dentro de ti donde cuando tú estás en ese punto tuyo, y yo estoy en ese punto mío, somos sólo Uno
lunes, 22 de noviembre de 2010
Te Regalo un Día Perfecto
Hay luz
Hay vida,
En este día,
En este día perfecto,
Al cual,
Por mucho que te cuento,
Solo le encuentro un defecto;
Que pronto terminara,
Pero después de reflexionar,
Sé que un nuevo día perfecto
Pronto llegara,
Y que en él,
El Amor, la Alegría y la Paz,
Presentes estarán
ISIS
(PARA QUE LOS NIÑOS Y LAS
NIÑAS DE HAITI TENGAN ESPERANZA)
Isis Montelongo Delgado (9 años)
Mi hija
Del" libro solidario para Haiti-Letras regaladas para aquellos que quieren soñar"
Hay vida,
En este día,
En este día perfecto,
Al cual,
Por mucho que te cuento,
Solo le encuentro un defecto;
Que pronto terminara,
Pero después de reflexionar,
Sé que un nuevo día perfecto
Pronto llegara,
Y que en él,
El Amor, la Alegría y la Paz,
Presentes estarán
ISIS
(PARA QUE LOS NIÑOS Y LAS
NIÑAS DE HAITI TENGAN ESPERANZA)
Isis Montelongo Delgado (9 años)
Mi hija
Del" libro solidario para Haiti-Letras regaladas para aquellos que quieren soñar"
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HISTORIAS PARA CAMBIAR EL MUNDO 2012
Teresa Delgado en " LA VOZ HISPANA DE NEW YORK"
Entrevista realizada por la columnista Zenn Ramos en la Pag.23 de la sección: Oteando sobre Arte,cultura y poesía del periodico "La voz hispana de New York.
Historias para cambiar el mundo
VOLEM VERSOS
Open publication - Free publishing - More versos
"El árbol y los libros" Teresa Delgado (Pags 36-37)
Ilustración: Gozia Mosz il.
Biblioteca Pública Concentaina
La noche de las letras ( Cuento corto: "¿Jugamos?" pag 38-39 )
Quizá solo quizá, ya los sueños sean más importantes que los proyectos, las casas se puedan comenzar a fabricar por los tejados, los búhos no lo sepan todo y decidan empezar a doblegar sus egos y las hormigas puedan jugar con los osos hormigueros.