Cuentan que cierto día, una esbelta cerilla se enamoró perdidamente de un fueguito. Cuanto más se acercaba a él, más se le encendía el cuerpo y el deseo. Durante un tiempo prefirió eludir cercanías hasta que en cierta ocasión el encuentro fue inevitable. Ni que decir tiene que nada mas rozarse saltaron chispas y que la cerilla absolutamente inflamada de amor ardió en los brazos de su vehemente galán. Realmente hay amores fugaces, amores fogosos, amores intensos, amores que te dejan sin aliento. También hay pasiones que duran poco pero que iluminan aunque sea por un instante todos los universos...
Teresa Delgado © 2012
Un saludo Teresa, he dado un paseito por tu blog y es muy estimulante.
ResponderEliminarUn saludo afectuoso.
Carmen Amato